Se llama Rosario. Tiene 80 años y vive sola en casa.
Esta situación tan extraordinaria que estamos viviendo a acentuado esa soledad. Ni sus hijos ni sus nietos pueden venir a visitarla por miedo a que se contagie.
«Lo llevo lo mejor que puedo», dice Rosario.
Se entretiene haciendo ganchillo cuando la vista se lo permite.
¿La televisión? Se pone mala. Malissima. Empieza a despotricar ante cualquier noticiario.
En sus ratos libres (que son muchos) piensa en volver a ver a su familia y a sus nietos crecer.
Eso la hace sonreír mucho.
Como de momento no se ha puesto al día con las videollamadas ni nuevas tecnologías (ella dice que está deseando que vuelva la normalidad para que la enseñen) habla cada día con sus hijos por teléfono.
Dice que son unos cachondos y que la hacen reír cosa mala.
Antonio y María son una pareja de jóvenes que el confinamiento les pilló en pleno estreno de su título de padres primerizos.
Para ellos fue un reto que les llegó casi en el mejor momento.
Esta situación, decían, nos ha traído el poder estar los dos en casa con nuestro bebé y poder verlo crecer, o por lo menos turnarnos para cambiarle los pañales.
Marisa y Gonzalo tienen 3 hijos. Me decían que sus vidas, antes de esto, era una vorágine de correr de aquí para allá.
El día a día con los niños en casa no ha sido mucho más fácil, pero estan contentos porque han disfrutado de todo el tiempo que no tenían por trabajo, colegios y extraescolares.
Por muy dura que sea esta situación, reconocen que el estar encerrados en casa lo han valorado muchísimo.
Y por último, tenemos a Luis. Vive solo. Tuvo momentos de ansiedad y angustia. La soledad está bien, pero si la elige uno mismo. No estaba acostumbrado a estar tanto tiempo en casa y sin contacto físico con los demás y le ha costado gestionarla.
Estaba enganchado a las video-llamadas con amigos y familiares. Además, aprovechaba el tiempo en mejorar sus dotes con la guitarra o escribir.
Para muchas personas, esta situación no ha sido fácil. Ni lo está siendo.
Muchas de ellas han perdido a familiares o amigos. Y entre esas muchas personas, hay un gran número que no se han podido despedir de los ellos.
Miedo, soledad, crisis de ansiedad, angustia, depresión, tristeza, llanto.
Encender la televisión. Leer periódicos. Navegar por las redes sociales…
Da igual donde consigas informarte o con quien hables, la actualidad sigue estando presente.
Y lleva así desde que se generó, allá por Diciembre de 2019.
Nos hubiera gustado que ya hubiera pasado pero aún nos sigue acechando día a día.
En mayor o menor medida, emocionalmente, nos ha afectado esta situación.
El otro día, leía en el portal web CuídatePlus lo siguiente:
“El miedo es una emoción desagradable, pero muy saludable, necesaria y adaptativa. Sin embargo, el miedo intenso y extremo lleva a un bloqueo emocional que lo que hace, en muchas ocasiones, es paralizarnos. La consecuencia es que nos anula la capacidad de reaccionar o de buscar soluciones o alternativas que nos ayuden a estar mejor”, explica a CuídatePlus Mercedes Bermejo, coordinadora de la Sección de Psicología Clínica del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
La incertidumbre de esta situación a sacado de nosotros ese miedo al no saber que pasará. No saber cuando esta historia tocará a su fin.
Luego está el hecho de los pinchacitos. ¿Llegarán? ¿Cuándo? Y cuando lleguen, ¿Cuándo me tocará a mi?
Son tantas preguntas que habría que tomarse con calma el querer recibir repuestas.
En este artículo me gustaría centrarme en como afrontar la pandemia desde casa.
Muchas personas no quieren o no pueden salir por miedo a contagiarse.
No poder relacionarse con familiares y amigos por el mismo hecho causa una sensación de inestabilidad mental.
¿Cómo sobrellevar este malestar psicológico?
Para empezar, el miedo es una sensación innata en el ser humano. Hace que nos mantengamos alerta ante las situaciones.
Pero como dice la coordinadora de la Sección de Psicología Clínica, Mercedes Bermejo, es una emoción desagradable, pero muy saludable, necesaria y adaptativa.
No podemos vivir sin él pero si que podemos controlarlo.
Para afrontar esta situación, yo concluiría que la mejor forma es aceptándola.
No intentar poner fecha de finalización a esta situación hará que la podamos vivir con más calma.
Y para afrontar esta situación en casa podemos utilizar varias herramientas para mantener despejada la mente.
Hacer ejercicio, leer, jugar a algún juego de mesa, meditar, escribir, dibujar…
Son acciones del día a día y que, en este momento, le podemos dar un gran valor.
El hecho de pintar o dibujar es muy terapéutico para despejar la cabeza.
Estar entretenido y concentrado haciendo una cosa nos ayuda a rebajar ese grado de ansiedad que podamos sufrir.
Escribir o leer, nos invita a evadirnos a otros paisajes, lugares y aventuras.
¿Y qué pasa con el miedo de las personas mayores?
Esta situación afectó principalmente a las personas mayores.
Las mas vulnerables.
Por la edad, su sistema inmunológico está mas debilitado y eran mas propensas a cualquier tipo de enfermedad.
Con el tiempo, vimos que no solo afectaba a ellos sino a personas de cualquier de edad.
El miedo de las personas mayores a poder ser tocados es grande y hay que evitar que piensen en ello.
Una manera de poder hacerlo es mantenerlos entretenidos. Despejar su cabeza y mantenérsela ocupada con otras cosas.
Aquí te pongo unos ejemplos:
- Conversaciones que los hagan reír
- Crearles en su memoria una experiencia agradable en el futuro
- Animarlos a que hagan cualquier tipo de actividad que les entretenga, como por ejemplo coser, pintar, ver alguna novela agradable…
El miedo, la inseguridad, la angustia se evita teniendo la cabeza en otros lugares, en otras distracciones.
Con esto no digo que debamos cegarnos a la realidad, ni mucho menos, pero sí que aprendamos a vivir con la realidad que nos ha tocado vivir, pero de una manera mas sana y saludable.
Mirad, la abuela de mi pareja pone la televisión. Canal que ve, canal que la pone mala. En muchas de esas cadenas e incluso en las noticias se habla de lo mismo.
Cuando hablo con ella intento trivializar la situación.
Ella siempre me dice:
¡Ay Javi! ¡Como está el mundo! ¿No te da miedo?
Yo el digo que no se preocupe, que la situación está pero que ella está segura y tranquila en su casa, que disfrute de las pequeñas cosas: hablar con sus nietos, con sus hijos, reírse, cocinar…
El motivo por el que lo hago es para relajarla intentándola dar seguridad.
Su miedo está ahí y yo no se lo voy a quitar, pero si consigo que poco a poco ese miedo vaya disminuyendo, al final ella también se irá relajando.
Tanto ella como yo sabemos el poder que tiene esta enfermedad y lo que está causando pero venirnos abajo anímicamente no va a ayudar a erradicarla.
Hay que dejar trabajar a los profesionales médicos, laboratorios y políticos.
Dar alegría a nuestros mayores es la mejor de las medicinas.
Es la que está en nuestra mano.
Mantengamos vivos sus estados de ánimos haciéndoles reír, con conversaciones divertidas, triviales, sin sentido pero que disfruten de nuestra compañía y de todo lo que les rodea.
Esto que te digo no es la panacea, por supuesto que no, pero si con un ratito que le des de alegría consigues cambiarle su estado de ánimo, ya habrás puesto un granito de arena en erradicar sus miedos y todo lo que ello conlleva (tristeza, desazón, angustia, pena…)
¿Y de los más pequeños de la casa?
Pues con los niños pasa prácticamente lo mismo. Ellos están al día de todo lo que pasa.
Con ellos va también esta historia porque están en el mundo.
No debemos negarles la realidad de lo que está pasando ni tampoco el disfrutar de las cosas.
Estar mas tiempo con ellos es el mejor regalo que podemos hacerlos a ellos y a nosotros mismos.
El tiempo, nuestro tiempo, tiene fecha de caducidad, aunque no sabemos la fecha en concreto, por ello debemos disfrutarla como si cada día fuera el último.
Ellos, aunque es posible que no sean muy conscientes de todo lo que pasa, se hacen preguntas de lo que ocurre, porque tienen que llevar mascarilla, que ha pasado si antes no y ahora si, porque no puedo ver a mis amigos…
Hay tantas, tantas preguntas…, que debemos hacer que sepan la situación pero sin dramatismos.
Esta enfermedad existe, pero aprender a vivir con él, con las precauciones adecuadas, es vital para que nuestros mayores, como nuestros niños e incluso como nosotros mismos vivamos una vida saludable.
No sé si he conseguido poner ese granito de arena para dar un hálito de esperanza a esta situación, pero si sigues estás claves, solo puedes ir a mejor.